Liga de Revolucionarios por una Nueva América: La Resolución Política: 11th Convención en 2022
La Resolución Política
Liga de Revolucionarios por una Nueva América
11va. Convención en 2022
1. Introducción
Estamos viviendo en tiempos revolucionarios, somos testigos de avances sin precedentes en la ciencia y la tecnología, lo que incluye la invención de vacunas en un tiempo récord y la capacidad de comunicarnos de forma instantánea en todo el mundo. Observamos la creciente conciencia política y la participación en las enormes protestas que surgieron como respuesta al asesinato de George Floyd y de tantas otras personas por parte de la policía, el rechazo cada vez mayor de la supremacía blanca, los crecientes movimientos de protección climática y del agua, y el mayor número de votantes que se ha alcanzado en 120 años. Pero al mismo tiempo, se han recrudecido la pobreza y la indigencia, las pandemias mundiales, la catástrofe climática y la devastación ecológica, así como la dictadura de las corporaciones, la violencia policial, la supresión del voto, un intento de golpe de estado y un aumento de los grupos de odio, todo debido al desarrollo de un fascismo del siglo XXI.
La clase gobernante mundial que controla las herramientas y la tecnología de la sociedad ha empujado a la humanidad y la naturaleza al borde del abismo. Desde hace más de una década, y frente a una pandemia, los pueblos del mundo incluyendo a los Estados Unidos, se han rebelado contra la clase capitalista. En consecuencia, la clase gobernante recurre al fascismo para utilizar la ira y el miedo para desviar y confundir a los crecientes movimientos obreros. El fascismo es la dictadura terrorista y abierta del poder de las corporaciones, la cual se lleva a cabo mediante el aparato estatal. Esto requiere una base de masas que se recluta entre aquellos que adoptan, o que podrían adoptar, la alternativa fascista. Actualmente, el crecimiento de esta base de masas es evidente. La lucha contra el fascismo es una lucha por las necesidades humanas básicas para todos, por la democracia, por el control del gobierno y por el futuro de la humanidad y del planeta. Al asumir una ofensiva para derrotar al fascismo, la clase obrera puede tomar la ofensiva contra el capitalismo y la propiedad privada, que son el hervidero del fascismo.
La explotación económica y la sociedad de clases han infligido daños a la naturaleza, hasta el punto en que la Tierra y su clima ya no pueden sostener la vida de muchas especies, incluidos los seres humanos. Las pandemias y las hambrunas mortales, los huracanes y las sequías, los calores y los incendios desastrosos están intensificando las desigualdades existentes en la sociedad. Todo esto se encuentra causando destrucción y contaminación, forzando migraciones masivas y desencadenando guerras. La humanidad y la Tierra se están enfrentando tanto a peligros como a promesas.
Durante cientos de miles de años, los seres humanos vivieron en armonía con la naturaleza. El desarrollo de la sociedad de clases transformó la propiedad utilizada comúnmente en propiedad privada, en manos de una clase dominante que explotaba la mano de obra y al planeta. Todo esto dio como resultado la destrucción cada vez mayor de los recursos naturales de la Tierra, así como el empobrecimiento de la mayoría de la sociedad humana.
Mientras la sociedad estadounidense se enfrenta a esta destrucción, la clase capitalista utiliza como armas todas las formas de patriarcado, la desigualdad de género, la supremacía blanca y cualquier otra desigualdad existente dentro de la sociedad. Esta clase también provocó la polarización política e ideológica, hasta el punto de llegar a la violencia. Al mismo tiempo, ahora la sociedad humana cuenta con los medios científicos y materiales necesarios para superar todas las formas de propiedad privada y de desigualdad entre los seres humanos. Por primera vez en la historia de la humanidad, está a la vista la consecuencia del potencial pleno, libre e igualitario del desarrollo humano, junto con la sanación del planeta. Pero este potencial será vacío si la sociedad no repara su relación con la naturaleza.
El saqueo y la profanación de las tierras indígenas por parte del colonialismo, así como las políticas genocidas contra los pueblos indígenas, y posteriormente, la agricultura y la producción industrializadas del capitalismo, causaron grandes estragos en la naturaleza, lo que incluye a la humanidad. Desde las minas de carbón en Inglaterra hasta las plantaciones de algodón en el sur de los Estados Unidos, y desde las plantaciones de caucho en Malasia hasta las minas de oro en Malí, el capitalismo robó los recursos del planeta a expensas de la naturaleza y de los pueblos del mundo.
No es suficiente ir eliminando los efectos de esta ruptura destructiva entre la sociedad y la naturaleza. Ya llegó el momento de ir a la raíz del problema, así como de poner fin a todas las desigualdades dentro de la sociedad y a las agresiones contra la naturaleza. La única manera de sanar la ruptura destructiva es la abolición de la propiedad privada como el marco organizador de la sociedad.
Peligro o promesa: ¿Qué rumbo tomará la sociedad?
Ese futuro dependerá de lo que la gente entienda y haga como respuesta a los estragos ocasionados por la clase dominante mundial. En esta resolución política, evaluamos el tumulto de este mundo, valoramos la conciencia en desarrollo de la clase revolucionaria y, lo que es aún más importante, trazamos una línea de acción para los revolucionarios.
Nunca antes habíamos alcanzado este punto. La sociedad está al borde de experimentar una serie de cambios históricos mundiales. Actualmente, el microchip está desplazando a los trabajadores y revolucionando la forma en que se solucionan las necesidades de la sociedad. La acumulación de la riqueza privada en manos de unos pocos, basada en el trabajo de muchos, está llegando a sus límites. Los inversionistas deben buscar formas de acumular riqueza que no sean mediante la explotación de la mano de obra.
En resumen, nos encontramos en medio de una revolución económica que es aún mayor que la revolución industrial. La invención del microchip y la producción electrónica iniciaron un proceso que está sustituyendo paso a paso la necesidad de usar mano de obra humana, un proceso que se ha acelerado por la pandemia. Las tecnologías digitales, como las computadoras, las aplicaciones en los dispositivos, la inteligencia artificial y la robótica, así como otras formas de automatización, están sustituyendo y reestructurando la mano de obra, y también poniendo fin poco a poco al capitalismo, un sistema económico que depende de la compraventa de la fuerza laboral. La producción sin mano de obra exige que los bienes producidos se distribuyen sin costo. El método de producción está en pugna con el método de distribución.
Sin embargo, una inmensa superestructura jurídica y política protege las relaciones de la propiedad privada, permitiendo que los inversionistas abusen de la naturaleza para beneficio propio. Los cambios legales que han ocurrido en los Estados Unidos durante los últimos 20 años han permitido que las instituciones financieras tengan acceso a nuevas áreas de inversión, tales como el agua, el cobre y otros minerales. Los inversionistas financieros especulan al ritmo con el que el hielo polar y los glaciares se están derritiendo. Con deshielo o sin este, los especuladores siempre ganan. Los cambios jurídicos y políticos están permitiendo que la naturaleza esté bajo el control de las corporaciones, de los inversionistas y especuladores financieros.
Una nueva clase desplazada. La tecnología digital, la cual elimina puestos de trabajo, está creando una nueva clase de obreros desplazados, entre los que se encuentran muchos que en su momento gozaron de seguridad económica. Este grupo de trabajadores desplazados sirve como presagio de lo que está por venir para el resto de los obreros. Esta nueva clase se está enfrentando directamente a un sistema de propiedad corporativa privada que niega las necesidades básicas si estas no se pueden costear. Se trata de trabajadores de medio tiempo, contingentes, con salarios mínimos y hasta por debajo del sueldo mínimo, así como obreros desempleados, incluidos los inmigrantes y un gran número de mujeres y jóvenes.
Toda la sociedad está reaccionando ante este cambio. La clase capitalista, en su pleno poder político, revela su total desprecio hacia la vida humana y la seguridad pública. A medida que la sociedad se tambalea de crisis en crisis, el capitalismo se enfrenta a problemas que van más allá de su capacidad para resolverlos. El viejo status quo se está derrumbando. El centro de todo esto ya no puede sostenerse. Esta crisis cada vez mayor representa un proceso social irreversible.
Una nueva clase abolicionista. Un gobierno fascista en desarrollo, en el que las corporaciones se han fusionado con el Estado, está al servicio de las necesidades de las mismas para proteger su capacidad de amasar riquezas, su propiedad privada. La clase dominante no pagará nada para alimentar, alojar, vestir y educar a los trabajadores que ya no necesitan. ¿Cómo entenderá esto el pueblo y de qué forma responderá? Mientras que las relaciones económicas se desarrollan más o menos por sí solas –es decir, objetivamente–, la comprensión del pueblo es el lado subjetivo del proceso. En este punto, los revolucionarios llevamos a cabo nuestras labores para mantener el movimiento en marcha. Armada con la idea de que la propiedad privada debe abolirse como el marco organizador de la sociedad, la nueva clase utiliza este conocimiento como guía para tomar acciones.
Las demandas de vivienda, una alimentación adecuada, atención médica y educación –sin importar cuál es sea la capacidad de pago, no son simplemente utopías. La distribución en función de las necesidades y no de quién pueda pagarlas no solo es posible, sino que también es necesaria para resolver las crisis a las que nos estamos enfrentando actualmente. Es por ello que estas son demandas de abolición del capitalismo, de la propiedad privada y del beneficio privado. Esto hace que la nueva clase desplazada, la cual surge de la economía digital, sea una clase abolicionista. Esta es una nueva fuerza social que tiene la capacidad singular de encabezar la lucha de transformación para toda la sociedad.
La distribución de bienes y servicios con base en las necesidades, así como la contribución de cada persona a la sociedad según su capacidad es la definición de comunismo. Esta es una solución práctica a los problemas a los que se enfrentan la nueva clase desplazada y la sociedad actual. Solo una sociedad cooperativa basada en una economía comunista puede tomar las decisiones racionales que originarán un futuro de abundancia regenerativa para la humanidad y la vida en la Tierra.
Aunque la clase obrera estadounidense, que trabaja en el país con la mayor capacidad bélica del mundo, tiene que desempeñar un papel destacado en el establecimiento de un mundo en el que se valore a todos los seres humanos, la posición de Estados Unidos en el mundo está cambiando.
2. La clase dominante estadounidense en un mundo multipolar
Ahora, los Estados Unidos se enfrentan a un mundo multipolar dentro de una única economía global integrada, en la cual los países funcionan de una forma cada vez más independiente a los intereses capitalistas de este país y hasta en competencia con estos. La multipolaridad aumenta porque ahora los países de todo el mundo cuentan con capacidades productivas independientes y han establecido organizaciones regionales. Además, algunos de estos países tienen un poder militar suficiente para desafiar a los Estados Unidos. El sistema financiero mundial en función del dólar está empezando a desintegrarse objetivamente. Sin embargo, los Estados Unidos continúan intentando mantener un dominio global por cualquier medio necesario, lo que incluye la guerra.
La economía global es también una contradictoria masa interconectada en una red dominada por empresas farmacéuticas, “plataformas digitales” y corporaciones financieras, extractivas y militares. Estas se encuentran tan interconectadas que cada vez resulta más difícil separarlas en naciones o en corporaciones individuales, ya que, efectivamente, son una red con inversiones propias con capital entrelazado que se extiende por todo el mundo.
La guerra provocada por los Estados Unidos y la OTAN contra Rusia y que se está librando en este momento en territorio ucraniano, nos revela que el mundo está presenciando el inicio de una reconfiguración radical de las alineaciones políticas mundiales. Desde que se produjo la disolución de la Unión Soviética, los Estados Unidos y la OTAN han colocado armas nucleares a lo largo de las fronteras rusas. La postura que Rusia, China y sus aliados han adoptado con relación a Ucrania marca una línea nodal en el desarrollo de un mundo multipolar y en el desplazamiento del poder mundial de occidente a oriente. Además, frente a cada guerra y crisis económica del siglo XX, el Estado actual de los Estados Unidos, bajo el control del capital financiero, tomó la iniciativa de intervenir y de reformar el sistema financiero mundial. Ahora estamos observando este proceso en marcha.
Los Estados Unidos están redirigiendo las cargas de la guerra, tales como la inflación y la escasez de alimentos, a toda la humanidad. Las guerras dan origen a un estímulo económico crítico para los capitalistas. La propiedad privada está a la ofensiva en todo el mundo, lo cual intensifica la latente guerra civil mundial de baja intensidad que se ha venido desarrollando durante la última década.
En este contexto, desde 1996, los Estados Unidos han venido proclamando que este país es la única “nación indispensable” que puede garantizar la seguridad mundial. Durante décadas, los Estados Unidos han impuesto su voluntad en la comunidad mundial. El presupuesto militar estadounidense, el cual asciende a un billón de dólares, sigue financiando el ejército más grande y bélico del mundo. Pero la situación mundial ha cambiado. Por ejemplo, desde 2001, China ha contribuido más al aumento del PIB mundial que los Estados Unidos o la Unión Europea a cada uno de ellos en los últimos 20 años.
Desde 2015, China ha establecido la Iniciativa Franja y Ruta (Belt & Road —BRI, por sus siglas en inglés), en la cual se han canalizado inversiones de todo el mundo para crear una moderna infraestructura de carreteras, puertos y telecomunicaciones. Esto se ha financiado mediante el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB, por sus siglas en inglés), respaldado por China, así como otros bancos estatales chinos. Estas instituciones financieras funcionan de forma independiente al Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, creados por los Estados Unidos, los cuales han dominado la economía global desde la Segunda Guerra Mundial.
Los proyectos latinoamericanos de infraestructura, respaldados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) cuestionan la Doctrina Monroe, que desde 1823 ha afirmado que el hemisferio occidental es de dominio privado de los Estados Unidos y justifica el derecho a intervenir de forma unilateral cada vez que Estados Unidos así lo desee.
El Occidente no solo está perdiendo su dominio material sino también su liderazgo ideológico, y esto es un reflejo de su debilidad estratégica.
Los Estados Unidos están intensificando sus maniobras navales en el Pacífico occidental para amenazar a China. El secretario de Estado, Anthony Blinken, acusó a China de no acatar “el orden internacional basado en normas”. Esta costumbre ha permitido que durante décadas los Estados Unidos hagan la guerra y obtengan ganancias en todo el mundo. La situación es inestable, impredecible y peligrosa. Históricamente, cuando se han visto amenazados por el cambio, los Estados Unidos han recurrido a la guerra. El peligro de la guerra es cada vez mayor.
El sistema mundial se encuentra en un histórico punto de inflexión. La pandemia y las catástrofes climáticas se suman a la inestabilidad de todo el orden geopolítico mundial impulsado por los Estados Unidos, el cual se basa en el control del petróleo y el dominio global del dólar estadounidense. Si bien el mundo se está alejando de la producción de combustibles fósiles, la guerra en Ucrania es en parte un conflicto bélico para ampliar el control estadounidense del petróleo. Solo la propiedad privada se beneficia de este desastre.
Actualmente, la guerra más reciente representa una lucha para dirigir el capitalismo financiero global mediante la privatización y el financiamiento del transporte público, la educación, la atención médica, las prisiones y la policía, las oficinas de correos y las comunicaciones, y otros sectores que tradicionalmente se han mantenido en el ámbito público. Bajo esta campaña, los Estados Unidos consideran a China, Rusia y hasta Europa como el enemigo. Aplicando su poder económico y su amenaza militar, los Estados Unidos están logrando que estos países se acerquen entre sí. Sin embargo, esto es exactamente lo contrario al objetivo estratégico, de los Estados Unidos, el cual es separarlos más para de este modo aislar a China.
El calentamiento global y la economía mundial, que está sumamente interrelacionada, exigen que los Estados Unidos coopere con China. Por otro lado, los Estados Unidos han llevado a cabo maniobras dirigidas a asfixiar el sector tecnológico chino, en rápido desarrollo. ¿Cómo logran exactamente los dirigentes estadounidenses estos dos objetivos contradictorios?
Mientras los Estados Unidos moviliza una guerra contra China y Rusia, el pueblo estadounidense debe entender que actualmente la guerra solo puede dar origen a una mayor ruina interna y a la destrucción del mundo. Los revolucionarios deben ser capaces de explicar la situación actual para politizar tanto el movimiento por las necesidades básicas como el movimiento contra la guerra y una mayor destrucción mundial.
La presa global del capitalismo financiero es en realidad el propio gobierno. Se debe mencionar que el capital especulativo funciona para subordinar al gobierno como una institución supeditada a las necesidades de la denominada economía de casinos. El gobierno se ha transformado en el mercado de último recurso. Al mismo tiempo, el gobierno debe satisfacer las necesidades básicas de la vida. La clase dominante estadounidense está señalando que ya no utilizará su poder político para apoyar la democracia o canalizar a través del gobierno las necesidades básicas para apoyar a los seres humanos.
La batalla en torno al gobierno y al servicio de quiénes está, se encuentra presente en todos los temas y asuntos de hoy.
3. La nueva clase, una clase abolicionista
En la primavera de 2020, COVID dejó sin trabajo a 50 millones de personas en los Estados Unidos, aunado a décadas de estragos en la clase obrera de este país. COVID obligó al capital a demostrar cómo las tecnologías de la información y la inteligencia artificial pueden lograr que una fuerza laboral a distancia (remota) sea algo “normal”. Al mismo tiempo, la pandemia amplió drásticamente el gran segmento de trabajadores mal pagados, a menudo con puestos de medio tiempo y temporales, a los que se les denominaba “esenciales”, pero se les trataba como si fueran desechables. La pandemia exacerbó un proceso que ya estaba en marcha. Según la revista Time, desde 1974 se han “transferido” unos $50 billones de dólares de los trabajadores al 10% más rico de la población. En los primeros 12 meses de la pandemia, los multimillonarios norteamericanos aumentaron su riqueza en $1,3 billones de dólares. Los productores de vacunas Pfizer, Moderna y BioNTech están ganando $65,000 dólares cada minuto por la venta de sus vacunas a los países más ricos, mientras que solo se ha vacunado a aproximadamente el 2% de la población de los países más pobres del mundo.
Tal como se señaló anteriormente, los nuevos medios de producción generan nuevas clases, que establecen nuevas formas para relacionarse mutuamente. Durante décadas, la robótica y la electrónica han venido alterando el empleo en el sector industrial y estos trastornos están acelerando su marcha. Todos los ámbitos laborales están resultando afectados. A pesar de los informes optimistas sobre la reducción de las tasas de desempleo, la tasa de participación laboral es que las personas que trabajan o que buscan trabajo con relación a toda la población en edad de trabajar— es sólo del 61,6%.
La tecnología que sustituye a la mano de obra no solo ha destruido categorías enteras de empleos y, de este modo, ha creado una nueva clase. Los puestos de trabajo que todavía quedan se han reestructurado radicalmente. En 2010, alrededor del 40% de la mano de obra estaba formada por trabajadores contingentes; es decir, trabajadores de medio tiempo, trabajadores en turno o temporales, trabajadores por cuenta propia y trabajadores por contrato. En las primeras fases de la pandemia, los trabajadores de medio tiempo por motivos involuntarios ascendieron a 11,9 millones de personas.
El advenimiento de la inteligencia artificial (IA) representa el cruce de una línea nodal, un nuevo tipo de robótica que se describe mejor como máquinas que piensan de forma autónoma. Se trata de la automatización, sin ninguna intervención humana, a un nuevo nivel. El advenimiento de la inteligencia artificial y su corolario, el dinero digital virtual, da origen a enormes implicaciones para el proceso revolucionario y el futuro de la humanidad. La precipitada reducción del valor, así como el avance y el dominio del capital especulativo demuestran la absoluta incompatibilidad de la IA en manos de la propiedad privada y de la clase dominante. El desarrollo exponencial de la tecnología sin mano de obra también significa el desarrollo exponencial de una nueva clase desplazada por esta nueva tecnología. Mientras que la clase dominante amasa enormes sumas de riqueza virtual, el resto de la humanidad se ve inmersa en una carrera hacia el abismo. La inestabilidad, la polarización, la guerra y la destrucción del planeta prevalecen y se intensifican.
Cada paso que da la clase dominante solo empeora la situación. Esta clase tiene que seguir desarrollando tecnología y produciendo más riqueza con cada vez menos mano de obra. A su vez, aun cuando la producción tecnológica crea más riqueza, las mercancías contienen cada vez menos valor de cambio porque se está eliminando la mano de obra humana, que es la fuente de valor. El capital debe recurrir a la especulación financiera para poder ganar dinero. Los fondos especulativos apuestan con las hipotecas, mientras miles de millones de personas en todo el mundo se hunden en la miseria. La globalización capitalista menoscaba el sistema de sobornos sociales en todas partes, mientras contribuye a la acumulación de riqueza en manos privadas.
Hay muchas formas en las que podríamos describir este sector tan amplio y diverso de la clase obrera que ha creado la robótica: en todos sus diversos niveles de precariedad, contingencia y desposesión, lo que incluye la situación migratoria, la etnia, la raza, el género o la orientación sexual, “desechable” y “prescindible” describen mejor la forma en que el capital ha intentado poner de rodillas a esta clase. Paso a paso, los gobernantes están eliminando todo derecho y beneficio material a un creciente sector de la población, desde los derechos democráticos y la educación hasta el aire que respiramos, el agua que debemos beber, la vivienda y los alimentos que necesitamos para sobrevivir.
Pero esta clase no es simplemente un objeto pasivo de los caprichos de la clase dominante. Nada describe mejor la misión histórica de esta clase, con relación a la propiedad privada que la ha desposeído, que “abolicionista”. Históricamente, el abolicionismo encuentra sus raíces revolucionarias en el fin de la esclavitud estadounidense que construyó el capitalismo global. Actualmente, nuestra clase requiere la abolición del Estado policial y de la propiedad privada de una clase corporativa que el propio Estado está organizado para proteger. Esta no puede satisfacer todas sus necesidades dentro del capitalismo y debe abolir todas las formas de opresión social. También debe abolir la propiedad privada.
El rumbo político que tomará esta clase, y que de hecho ya está tomando, no está garantizado. Horrorizada por el espectro de la creciente unidad de una clase abolicionista, la clase gobernante se centra en sus dos pilares de dominación: establecer las condiciones propicias para que unos trabajadores luchen contra otros, y poner en marcha los mecanismos para el uso de la fuerza y la violencia.
4. La unidad de nuestra clase diversa
La clase obrera en los Estados Unidos, que incluye a la nueva clase desechable, es enorme y diversa. Nuestra unidad política consciente es de suma importancia si deseamos obtener el poder necesario para reconstruir la sociedad bajo una base cooperativa y velar por la igualdad y la prosperidad de todos. La comprensión de nuestra historia y de nuestras experiencias contribuye a esa unidad consciente.
La raza es una construcción política, no una realidad científica. Se puede utilizar de cualquier manera que se adapte a las necesidades políticas de la clase dominante. Las relaciones productivas capitalistas en la América antigua dependían del robo masivo de tierras, lo cual se logró mediante la deshumanización y el genocidio de los pueblos indígenas. La economía capitalista en desarrollo también se basó en la deshumanización de las personas negras para justificar el sistema brutal y altamente rentable de la esclavitud, en una nación que ya estaba obteniendo reconocimiento como una democracia. Desde el principio, la esclavitud y el robo genocida de tierras formaron parte de la base económica de este país. La clase dominante utilizó las ideologías de raza y supremacía blanca para llevar a cabo robos y explotaciones brutales, así como para dividir y controlar una mano de obra multirracial rebelde.
La continua necesidad de tener algodón después del fin de la Guerra Civil garantiza la instauración de un nuevo sistema de trabajo semiforzado, la aparcería, los pactos que se aplicaría para explotar a los antiguos esclavos. Este sistema también atrapó a muchos trabajadores blancos pobres. La segregación bajo las leyes de Jim Crow hizo que fuera ilegal que los trabajadores blancos y negros socializaran, viajaran y aprendieran juntos, y vivieran en los mismos vecindarios. Diversos grupos terroristas extrajudiciales, como el Ku Klux Klan (KKK), los mantenían arraigados a la tierra y, a pesar de haberse realizado varios esfuerzos, en su mayor parte no pudieron unirse.
La invención de la cosechadora mecánica de algodón provocó la emigración masiva de los antiguos aparceros a las ciudades del norte y del sur para buscar empleos industriales.
La concentración en las ciudades sentó las bases del movimiento por los derechos civiles, una valiente lucha dirigida a hacer realidad los sueños de libertad que no se lograron con la emancipación. El fin de la segregación racial legal no dio, generó libertad para la mayoría de los afroamericanos: estos ingresaron individualmente a sus respectivas clases. Necesariamente, cada clase social se benefició de forma desigual de la segregación Incluso actualmente, los efectos dispares de la violencia policial, del COVID-19 y de otros problemas de salud en la población afroamericana muestran cómo son desiguales según las clases sociales. Por lo tanto, a menudo, se ofrecía a los afroamericanos de la clase obrera los trabajos industriales peor pagados, menos prestigiosos y más peligrosos. Cuando la automatización empezó a sustituir a los puestos de trabajo en las fábricas, por lo general, los afroamericanos tenían la menor antigüedad y ocupaban los puestos más automatizables. Los pobres de todas las razas resultaron ser los más afectados y el legado de la esclavitud se asegura de que los afroamericanos tengan más probabilidades de ser pobres, en el centro de la creciente nueva clase de obreros desechables y abolicionistas.
El sur de los Estados Unidos, un lugar histórico de la economía esclavista más floreciente y donde aún viven más de la mitad de los afroamericanos, ha mantenido suprimidos los salarios y los derechos. Los gobernantes han utilizado la estrategia sureña para atacar a los trabajadores de todo el país. Cuando la clase dominante ya no necesitó masas de trabajadores, utilizó el rostro de los afroamericanos pobres para destrozar la red de seguridad social. La mayoría de los estadounidenses aceptó los hechos que parecían revelar que el gobierno estaba abandonando y culpando a los afroamericanos pobres. Por supuesto, una vez legalizadas estas políticas, fueron aplicadas a todos.
La unidad que demostró la rebelión multirracial como respuesta al asesinato público de George Floyd en manos de la policía (y de tantas otras personas antes que él) amenazó la estrategia de utilizar la raza para controlarnos. Unos 26 millones de personas de todas las razas salieron a las calles en el verano de 2020, formando así el mayor movimiento de protesta en la historia de los Estados Unidos. Esta amplia respuesta que se dio de una forma unificada ante la violencia policial y al racismo sistémico plantea exigencias al Estado para dejar de invertir en las actividades policiales e invirtiera en diversos servicios y necesidades humanas.
El hecho de unirse en torno a la exigencia de que las vidas afroamericanas importan (BLM, por sus siglas en inglés) forma parte de nuestra clase que pasa a la ofensiva estratégica, dirigiéndose a la superestructura política que protege el capitalismo, la desigualdad y la propiedad privada. El hecho de reconocer que la liberación de toda la clase obrera requiere la liberación de los sectores más explotados y oprimidos, forma parte de la creciente conciencia política necesaria para lograr la unidad de clase y desarmar a la clase dominante. La igualdad racial no puede lograrse sin la victoria de la lucha de clases. Además, la igualdad de clases no puede alcanzarse sin eliminar la desigualdad racial. La comprensión de la supremacía blanca y la oposición a esta, forman parte de la conciencia de clase, al igual que el hecho de entender que los trabajadores blancos también están sufriendo las consecuencias de la nueva economía. El gobierno, en colaboración con las corporaciones, nos está desplazando y abandonando a todos.
Ya sean gobiernos demócratas o republicanos, la clase dominante continúa atacando a los inmigrantes y convirtiéndolos en sus chivos expiatorios. En épocas pasadas, su objetivo era obtener mano de obra barata y luego desecharlos. Actualmente, las políticas migratorias forman parte de los nuevos métodos fascistas para controlar a los desplazados en ambos lados de la frontera militarizada. La campaña presidencial de Donald Trump en 2016 utilizó el alarmismo racista contra los inmigrantes para consolidar su base política. Desde 2021, Biden ha continuado aplicando las políticas migratorias excluyentes de Trump, lo que incluye las deportaciones masivas sin el debido proceso. Las leyes permiten que las corporaciones se trasladen donde deseen obtener ganancias, sin las dificultades ni el sufrimiento que enfrentan los inmigrantes, quienes son desplazados y están obligados a huir debido a las guerras, el cambio climático y los cambios de regímenes.
De forma similar, independientemente de la administración que fuera, el Estado protegió con orgullo la propiedad privada del sector energético durante las luchas de los pueblos indígenas contra los oleoductos de arenas bituminosas. Estas luchas revisten especial importancia, ya que demuestran un ataque directo contra el derecho a la propiedad privada, y también porque quienes protegen el agua siguen apelando a otros para que se unan a fin de prevenir la destrucción del bien común.
Está surgiendo una verdadera igualdad de la pobreza, ya que cada vez más trabajadores de todas las razas han sido desplazados. Con esto se crean las bases propicias para lograr la unidad de clase dentro de una clase obrera dividida. Por primera vez, la fórmula que se ha utilizado para controlar y explotar a todos los trabajadores durante siglos está empezando a desmoronarse. Durante la mayor parte de la historia de los Estados Unidos, los privilegios concedidos a los trabajadores blancos frente a los trabajadores de color, y a los trabajadores que son ciudadanos estadounidenses frente a los que son inmigrantes, han mantenido a los obreros separados. La tecnología digital reduce el valor de la mano de obra y los gobernantes se ven obligados a abandonar el soborno económico, nacional y social que antes se ofrecía de forma sistemática a los trabajadores más privilegiados.
La misión de la Liga es unirse a otros revolucionarios en torno a las demandas de la clase obrera, especialmente de la clase de trabajadores desplazados, y mostrar la forma en que la solución es una sociedad cooperativa y comunista, donde la riqueza social sea de propiedad común y se distribuya según las necesidades existentes.
Para cumplir con esta misión, la táctica de la Liga es llevar a cabo la lucha por la unidad política donde exista una creciente igualdad de la pobreza. Los revolucionarios de todo el país, dentro de cada segmento de la clase obrera, deben llevar a cabo la lucha por la conciencia y la unidad de clase. A medida que los trabajadores empiezan a adquirir una conciencia de clase, ellos mismos politizan a quienes los rodean. Hoy los trabajadores no pueden dar ningún paso hacia adelante si no es para resolver los problemas a los que se enfrentan los desplazados en general, con una unidad basada en lo que es práctico, real y posible.
La conciencia se queda atrás de los cambios objetivos que estamos observando. Por consiguiente, es necesario luchar por la comprensión intelectual de la unidad de clase, el lado subjetivo. El reconocimiento de la necesidad de ese tipo de unidad es un resultado de la conciencia. La tarea no será fácil porque nos enfrentamos a siglos enteros de divisiones nacionales, étnicas y raciales. Las mismas solo podrán superarse mediante la lucha intelectual, aunada a la experiencia cotidiana. Cada lucha de clase debe servir para explicar el sentido de su actividad, para mostrarles una visión de la sociedad cooperativa que es posible y una estrategia para lograr establecerla. Nuestro objetivo estratégico es la unidad política de la nueva clase. La distribución basada en las necesidades refleja la realidad de la vida actual y el potencial de la nueva tecnología.
5. El fascismo
El proceso económico avanza de forma inexorable y elimina las bases de la división de la clase obrera. En los últimos 4 años, la clase dominante en los Estados Unidos ha acelerado su agresión hacia la clase trabajadora, especialmente contra los más desposeídos y marginados de esa clase. A medida que obligan a más personas a luchar por las necesidades básicas, los gobernantes menoscaban cualquier apoyo que tienen de los trabajadores. La fuerza y la violencia sustituyen el soborno y el privilegio cuando los gobernantes se enfrentan a un mayor descontento de los obreros. La clase dominante gobierna a través de la fuerza y la violencia.
La esencia del fascismo actual —incluido su impulso y su propósito— es propia de esta época. Anteriormente, las leyes inherentes al capitalismo podían garantizar la riqueza y el poder. En la actualidad, la búsqueda de la riqueza depende de los cambios en las leyes y de la imposición política. Nada puede escapar al brazo ejecutor del Estado que protege el acceso de los inversionistas, a todo lo que pueda enriquecerlos. Actualmente, el fascismo tiene como base las desigualdades de la época anterior para defender la propiedad privada.
El fascismo actual es la modificación paso a paso, ley por ley, precedente tras precedente, de la superestructura jurídica que favorece las inversiones financieras (en especial la especulación financiera). El fascismo es necesario para establecer la estructura que garantice el dominio de la nueva economía especulativa, la cual surge con la reestructuración y la eliminación de muchos puestos de trabajo. La Ley CARES de 2020 permitió que las corporaciones tuvieran un acceso casi ilimitado a los fondos de la Reserva Federal. Específicamente, tras el colapso financiero de 2008, el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal, en consulta con los líderes de los bancos principales, organizaron el sector financiero para preservarlo y protegerlo. El agua y la vivienda, entre otros elementos esenciales de la vida, están siendo privatizados y también financiados. Esto ilustra que el capitalismo debe ir más allá de las leyes que favorecieron su crecimiento.
La clase dominante está reorganizando al gobierno para intentar proteger sus intereses al fusionar el Estado y todo su poder financiero, político y militar con las corporaciones. Esta reorganización representa abiertamente los intereses de los capitalistas nacionales y mundiales, no los del pueblo no de este país. Muchos reconocen que el gobierno de los Estados Unidos se está transformando en un aparato totalmente fascista. Esta conciencia obliga a los gobernantes a prescindir de los elementos de una democracia burguesa con los que han podido controlar a la población.
Una serie de entes especiales, de personas armadas se han vuelto indispensables para que la clase dominante mantenga el control de la clase explotada. Este poder es el Estado: la policía, un ejército permanente, las prisiones, el sistema judicial y las instituciones de coerción de todo tipo. Como en cualquier otra cosa, se necesita financiamiento, administración y estructura para desarrollar y mantener este poder especial. Los funcionarios también están “por encima de la sociedad”, protegidos por leyes especiales e inmunidad. La fuerza es su último recurso, por lo que funcionan con una desventaja estratégica.
La función del aparato estatal en la sociedad actual es la misma que la de la clase esclavista de los Estados Unidos. Tal como lo explicó el historiador Kenneth Stampp: “Hacer que tengan miedo”. La fuerza, que es el aspecto principal de control de la nueva reorganización fascista del Estado, está marcada por campos de concentración estadounidenses en la frontera; más de 1 de cada 500 estadounidenses ha muerto debido al coronavirus; más de 10,000 inmigrantes haitianos primero se quedaron varados bajo un puente de Texas y luego fueron deportados a Haití. La policía ha asesinado a más de 5,000 estadounidenses entre 2015 y 2020, y 880 más solo en el último año. De hecho, los representantes del Estado han criminalizado la propia existencia de los inmigrantes, de las personas sin hogar y de muchas otras.
Un creciente movimiento social está yendo más allá de simplemente culpar a las corporaciones. Los trabajadores están presentando sus demandas contra el Estado. Al igual que quienes protegen el agua, ellos se ven obligados a luchar para transformar la sociedad en una propiedad pública de las nuevas herramientas de la producción y las comunicaciones. La nacionalización — es decir, la lucha para que el gobierno se encargue de los sectores de la propiedad privada (como atención médica, agua o energía) y se gestionen según los intereses del pueblo— acelera este movimiento que amenaza a la propiedad privada y, por consiguiente, aterroriza a la clase
dominante. Como respuesta a un creciente movimiento social, los gobernantes desataron una ofensiva fascista. Los ataques se dirigen desproporcionadamente hacia los, afroamericanos, los indígenas y las personas de color, así como hacia las mujeres y personas que pertenecen a las comunidades LGBTQIA (por sus siglas en ingles).
Los sistemas de dominación como el patriarcado forman parte integral de la estructuración capitalista de la sociedad, así como un pilar importante de la ideología fascista. El avance fascista siempre va acompañado del atrincheramiento del patriarcado.
La Constitución no ofrece ninguna protección a nadie. La decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de anular el caso de Roe contra Wade repercutirá de forma desproporcionada en las mujeres de bajos ingresos y de color, que serán las más afectadas por este fallo judicial. Se trata de otro objetivo fascista que no solo ataca la salud y la justicia reproductiva, sino también la propia noción de autonomía corporal.
La decisión de la Corte Suprema impone al país la doctrina de los “derechos de los estados”. La inhabilidad del Congreso y de los tribunales de proteger el derecho al voto y de ampliar el alcance de la Ley del Derecho al Voto confirma esta intención.
Ahora, los estados están facultados para contribuir a esta trama, por lo que nuestra ira y nuestra organización deben dirigirse hacia los líderes estatales, locales y federales, así como contra la Corte Suprema de los Estados Unidos. Cualquier funcionario electo que pretenda abrirse paso e incidir en la más privada e íntima de todas las decisiones deberá entender que todo esto representa un factor decisivo que lo obligará a dejar su cargo.
El ataque continuo de la clase dominante contra el acceso al aborto, que es un aspecto de la justicia reproductiva, no es más que una parte de la estrategia para aislar y atacar a las mujeres y a las comunidades LGBTQIA. La desigualdad de género, la pobreza, la misoginia violenta y los ataques contra las comunidades LGBTQIA forman parte de una campaña dirigida a dividir y a desempoderar a los trabajadores. La comprensión y la oposición a la supremacía blanca y al heteropatriarcado cisgénero forman parte de la conciencia de clase, al igual que el hecho de comprender que todos estamos siendo desplazados y abandonados por la colaboración del gobierno con las corporaciones. La tecnología que sustituye a la mano de obra no permite que los gobernantes tengan otra opción que atacar a los trabajadores.
El avance legal del fascismo ha atacado el marco de la propia democracia burguesa. En la primavera de 2021, más de 360 proyectos de ley se habían enviado a las legislaturas estatales para limitar, suprimir o anular el derecho al voto. En las últimas décadas, hemos observado un poder judicial fuertemente infiltrado por un grupo legal organizado dentro de la Sociedad Federalista, la cual es de mentalidad fascista. Los gobernantes han lanzado distintas campañas legislativas y judiciales en torno a los derechos reproductivos y a los bonos escolares, así como contra las vacunas y la salud pública, y a favor de los “derechos de los estados”, todo lo cual busca llevar a ser un código para dividir y seguir conquistando a lo largo de líneas raciales de género y cualquier otro criterio bajo el que puedan hacerlo.
Cuando los medios jurídicos son insuficientes para garantizar sus objetivos de proteger la propiedad privada, la clase dominante recurre a medios extralegales. El intento de golpe de estado ocurrido el 6 de enero de 2021, así como la violencia y la presencia de grupos supremacistas blancos (incluida su infiltración en los departamentos de policía y alguaciles en todo el país y en las fuerzas armadas) durante los últimos años nos han permitido darnos una idea sobre los medios extralegales. Desde ese 6 de enero, los golpistas han intensificado sus esfuerzos con la supresión del voto, la manipulación de la redistribución de las circunscripciones electorales y el cambio de leyes para invalidar las elecciones. Si fracasan estos esfuerzos, diversos investigadores de la Universidad de Chicago han informado que unos 21 millones de estadounidenses apoyan la restauración de Donald Trump en la presidencia aunque tenga que ser por la fuerza. Asimismo, la clase dominante está preparando la base de masas para un movimiento fascista políticamente violento. En este sentido, se han llenado las vacantes de la Corte Suprema y del poder judicial federal con personas con una ideología similar y, desde el otoño de 2021, una ley de Texas que faculta a los justicieros a interferir en los derechos reproductivos forma parte integral de la consolidación de esa base de masas.
Los círculos de la clase dominante de este país están cortejando y apoyando activamente a las crecientes milicias de derecha, las cuales constituyen las tropas extralegales de choque del fascismo. ¿Cómo está respondiendo nuestra clase?
6. Un acercamiento a la conciencia social
Las crecientes crisis sociales han dado nuevas formas a la clase de obreros desplazados, hasta transformarla en una fuerza social que impulsa un movimiento revolucionario objetivo. Las consecuencias en espiral del desempleo tecnológico dejan cada vez más claro que no podemos resolver el resto de nuestros problemas sociales, a menos que satisfagamos las demandas de aquellos que están siendo rechazados por la economía de la propiedad privada.
La convergencia de las crisis actuales ha desencadenado una multitud de nuevas organizaciones sociales que plantean demandas programáticas, en lugar de las campañas defensivas y progresivas del pasado. Estas demandas también son visionarias, como el desfinanciamiento y la abolición de la policía. Estas son propuestas de políticas que, hasta hace poco, solamente eran ideas lejanas que llegaron a transformarse en demandas inmediatas.
Estos movimientos suscitaron destellos de una nueva conciencia que están abriendo la mente de los obreros a nuevas ideas. La condición y los intereses en común de los trabajadores desplazados y de bajos ingresos, arraigados en su lucha por las necesidades básicas, están menoscabando las viejas ideologías utilizadas para dividir a la clase. La participación récord en las elecciones de noviembre de 2020 y el rechazo decisivo de la dictadura fascista que defendió abiertamente la campaña de Trump demostraron que ahora las elecciones son un escenario indispensable para la lucha de clases.
Las campañas de Sanders en 2016 y 2020, las victorias electorales de la denominada “escuadra” (squad) en el Congreso y los triunfos en las elecciones estatales y locales inspiraron actividades políticas independientes, como los movimientos en torno al Nuevo Pacto Verde (Green New Deal, en inglés) y el proyecto de ley de Ilhan Omar para cancelar los alquileres, así como varios otros proyectos de ley para establecer programas de Medicare para todos y viviendas sociales. Las voces independientes en el Congreso reflejaron la creciente unidad del movimiento y también se transformaron en medios para profundizarlo y ampliarlo.
La clase dominante no se está rindiendo sin luchar. Su campaña contra el derecho al voto y la “teoría crítica de la raza” es un intento por destruir todos los logros de la rebelión de 2020, así como para desviar y bloquear la unidad emergente de los trabajadores desplazados. A pesar de todo esto, un creciente número de personas está adquiriendo una mayor conciencia social. Es con esta conciencia social que llegan a comprender que son miembros de una clase y que necesitan solidaridad . también se dan cuenta de la existencia de una clase dominante con intereses de clase contrarios a los suyos.
La intersección de las rebeliones callejeras y las elecciones las convierte en escuelas de conciencia social. Estas dan origen a la oportunidad de abordar la necesidad del poder de clase para sacar al gobierno de las manos de las corporaciones y ponerlo en manos de nosotros, el pueblo.
Los trabajadores se encuentran en diferentes niveles de comprensión. Algunos ya están listos para rebelarse, mientras que otros creen que el sistema puede reformarse. Nuevamente, habrá que trabajar pacientemente para llegar a un entendimiento común y tomar acciones mutuas, tal como la creación de un tercer partido.
La revolución tecnológica está dividiendo y destruyendo tanto a demócratas como a republicanos y prácticamente a cualquier otra organización política actual. Parte de la participación en las elecciones supone evaluar esta polarización y el posible desarrollo de un tercer partido. Los terceros partidos no serán simplemente una u otra de las formaciones individuales de terceros partidos que existen actualmente, sino que reflejarán el amplio movimiento social a medida que este se vaya desarrollando.
El establecimiento de un tercer partido acelerará la polarización política en la sociedad y la formación política de la clase desplazada. Todo esto forma parte del proceso por el que las luchas económicas dispersas se transforman en luchas políticas unidas contra el gobierno. Este es un paso necesario e inevitable hacia la instauración de un partido obrero y la conciencia social que representaría ese partido.
A medida que se derrumba el capitalismo, se nacionaliza cada vez más la economía con los inevitables rescates financieros. Esto prepara el terreno para que la batalla final se concentre contra el gobierno, en lugar de dirigirse contra miles de capitalistas dispersos. La gente se ve obligada a exigir la acción del gobierno para satisfacer sus necesidades. Esto plantea el asunto en torno a qué clase sirve el gobierno y se transforma en un campo de batalla donde se puede aprender la conciencia social. A largo plazo, los trabajadores no pueden garantizar ni sus necesidades básicas ni una democracia real sin transferir los medios de producción de la propiedad privada a la pública. Una política electoral que en definitiva no aborde la abolición de la propiedad privada corporativa no podrá garantizar en última instancia las necesidades que son indispensables para la sobrevivencia de los trabajadores.
7. Las tareas de la Liga
Ya ha llegado el momento de dirigirse a la causa del problema, de poner fin a las desigualdades dentro de la sociedad y a los abusos cometidos contra la naturaleza. ¿Qué se interpone en el camino de nuestra clase desplazada y abolicionista — y, efectivamente, de toda la clase trabajadora— en su lucha por satisfacer sus necesidades básicas? El dominio de la propiedad privada corporativa y el poder político que la impone. Este es el último bastión de la clase dominante.
¿Cuál es hoy el objetivo estratégico de la clase dominante? Es proteger la propiedad privada. No es defender el capitalismo. Lo deseen o no, tendrán que abandonar el sistema capitalista. Esto obedece a que los factores objetivos están poniendo un fin absoluto al sistema capitalista. Y la clase dominante sabe que no puede continuar generando dinero y no crear ningún valor social, mientras los pueblos del planeta se empobrecen cada vez más, pero, por otro lado, el mundo se está inundando de dinero. Ellos están a la defensiva estratégica porque no pueden satisfacer las necesidades de los obreros y porque actualmente la revolución tecnológica puede suministrar abundancia y ha hecho que la distribución en función de aquellos que tienen capacidad de pago ya haya quedado obsoleta.
Los enemigos de la clase arremeten contra los trabajadores en una ofensiva táctica frenética. Esta ofensiva es una admisión por parte de la clase dominante de su debilidad, no una evidencia de su fortaleza. Esto nos muestra que la clase dominante es tan débil que tiene que recurrir a la violencia descubierta y abierta para imponer cierto elemento de cohesión social. El propósito de esta ofensiva es impedir que los trabajadores se unan en torno a una causa en común.
Ya sea en la guerra militar o en la contienda política, no es posible vencer a un enemigo sin derrotar la estrategia de este. Un ataque que simplemente se dirija a la táctica del enemigo no podrá ganar la guerra. Un contraataque sin presentar una visión de lo que es posible hoy solo desarma a nuestra clase.
Estratégicamente, nuestra clase está a la ofensiva. Esto es así porque los medios de producción cualitativamente nuevos están destruyendo el sistema capitalista y sentando las bases para un mundo en el que no exista la propiedad privada. Tácticamente, nuestra clase está a la defensiva. Nuestra clase está preocupada en su intento por recuperar lo que antes tenía o simplemente por sobrevivir, porque no entiende lo que es posible. En la última trinchera de la clase dominante, con su defensa de la propiedad privada, es donde debemos orientar todas nuestras tácticas. Podemos aprovechar que muchos cuestionan la necesidad del capitalismo para pasar a la ofensiva con nuestra táctica. No necesitamos hacer que esto sea nuestra principal línea de ataque. Deseamos aportar lo que otros no pueden. Atacamos el sistema de la propiedad privada. Señalamos la necesidad esta vez de poner fin a la propiedad privada y transferir estos gigantescos medios de producción a la propiedad pública.
Está surgiendo un amplio movimiento social para oponerse a la situación imperante. Ante la pandemia, este movimiento luchó por un verdadero sistema de salud pública. Entre todos los sectores de la sociedad surgió la rebelión más amplia y poderosa jamás vista en este país, como una señal de indignación contra el asesinato de George Floyd en manos de la policía, así como de miles de personas más. Hay gente de todos los sectores de la sociedad que también luchan por defender el derecho al voto. Millones de personas en este país no tienen acceso a fuentes de agua limpia. Estas personas se unen a millones más en todo el planeta que exigen que los líderes mundiales hagan algo para frenar la catástrofe climática. Si pensamos estratégicamente sobre lo que está haciendo la clase dominante y por qué lo hace, entonces podremos confiar en los procesos objetivos que están en marcha para derrotar esta clase.
Existe una fuerza dentro de la sociedad cuyas labores están siendo sustituidas y cuya propia existencia depende de la abolición de las relaciones corporativas de la propiedad privada, que son ahora la base económica de las relaciones entre las personas. La abolición de la propiedad privada de la tierra, la tecnología y la infraestructura es el interés práctico y el programa real de esta clase emergente y, en última instancia, de toda la clase obrera y de la propia humanidad. Esta clase desplazada es una clase abolicionista. Por ello, esta clase puede dirigir a todos los Estados Unidos hacia una nueva sociedad. Canalizamos nuestras energías en ayudar a equipar intelectualmente para su papel histórico.
Una estrategia revolucionaria. La revolución es un proceso complejo, con etapas de destrucción y fases de reconstrucción. Los revolucionarios evaluamos cómo está reaccionando la sociedad ante esta destrucción para comprender las fortalezas y las debilidades de la clase enemiga. Centramos nuestro trabajo, junto con las labores de otros que luchan, en el desarrollo de un pensamiento estratégico para liberar la energía de los millones de personas que sienten el impulso de luchar por un mundo mejor, para que juntos podamos participar en la reconstrucción de la sociedad, cimentada en nuevas bases.
Observamos la debilidad estratégica de la clase dominante cuando la rebelión en 2020 envió un claro mensaje de “no más” tras el asesinato de George Floyd en manos de agentes policiales, así como de unas 1000 personas más cada año. La policía respondió con fuerza y violencia. Con llamados a prohibir la enseñanza de la “teoría crítica de la raza” en las escuelas públicas, los ideólogos de la clase dominante tergiversaron su verdadero significado para desviar la ira contra la policía y redirigirla hacia otras personas e ideologías. De esta manera, ellos activaron el pensamiento más retrógrado y supremacista blanco y trataron de poner a activistas, escritores y personas que luchan en un terreno defensivo.
Como ideología, la supremacía blanca es horrible, inexcusable y cada vez más violenta, ya sea por parte de la policía, de actores solitarios o de turbas paramilitares. Los asesinatos en manos de la policía y la ideología de la supremacía blanca son inseparables. Y deben combatirse a cada paso. Pero la rebelión de 2020 fue contra el Estado: un ente moldeado por la esclavitud y la apropiación genocida de la tierra que dio origen a este país y a una clase dominante que se basa en las desigualdades existentes en la sociedad para ejercer su poder político.
El trabajo revolucionario reconoce los puntos fuertes y débiles de la clase enemiga. Su objetivo es mantener el movimiento en su rumbo actual, consciente de su dirección política y de su fuerza. La clase dominante tiene que “cambiar de tema” para centrar el movimiento revolucionario en las tácticas de la clase dirigente. En cambio, el trabajo revolucionario profundiza y amplía los impulsos revolucionarios, centrándose en esa última trinchera de la propiedad privada, que los gobernantes han comprometido a defender.
Convergencia política de la amplia lucha social. Actualmente, todos los sectores de la sociedad están reaccionando ante la ruptura de sus cimientos económicos. Las instituciones y las ideologías que en el pasado mantuvieron unida a la sociedad ya no pueden hacerlo cuando sus bases se están derrumbando. Los fragmentos de nuestra democracia apenas pueden mantener unido a este país. El amplio movimiento tiene que luchar por esa democracia. Mientras luchamos dentro de ese frente amplio, nuestro objetivo es desarrollar la conciencia política de que esta clase dominante no está capacitada para gobernar, y que puede y debe ser desplazada.
El rumbo político de esta amplia lucha social no está claro ni tampoco se ha confirmado. Los revolucionarios se centran en desarrollar un sentido, en los intereses reales y del rumbo político. Solo entonces los revolucionarios, así como la lucha social en su conjunto, podrán desempeñar su función en el proceso de transformación: pasar de la lucha social por la distribución de la riqueza, a la lucha política por poder para lograrlo.
Es en el proceso en el que el movimiento se da cuenta de que el Estado no representa sus intereses cuando surgen las demandas de nuevas soluciones. Los revolucionarios trabajan dentro de este proceso para desarrollar las etapas de la conciencia a lo largo de toda la línea de marcha: desde las luchas económicas dispersas hasta las luchas políticas unidas contra el Estado. Dentro de la lucha por los objetivos inmediatos de los trabajadores, los revolucionarios no pierden de vista las soluciones.
La solución, el verdadero programa de la nueva clase desplazada es la abolición de las relaciones de la propiedad privada —unas relaciones económicas y sociales basadas en el beneficio privado, en lugar de las necesidades humanas. A menudo, se le denomina comunismo a esta abolición de la propiedad privada. Ese comunismo no es ni un ideal al que tenga que ajustarse la realidad ni una idea mediante la cual habrá que ganarse a la gente. No es ni una ideología ni una forma política específica del siglo pasado. Es una transformación práctica y necesaria que puede y debe lograrse si se desea que tanto la humanidad como el planeta logren sobrevivir.
En el siglo XVIII, pocas personas podían imaginar la abolición de la esclavitud en las plantaciones del hemisferio occidental. Pero en cierto momento, esta abolición fue posible y necesaria. Se vino abajo esa relación de la propiedad privada. Y podemos observar en el futuro cómo la abolición de todas las relaciones de la propiedad privada es algo que es posible y necesario.
Las urgencias actuales exigen una amplia unidad del movimiento por las necesidades del pueblo que son de vida o muerte. Las organizaciones pueden diferir en la forma en que luchan por estas necesidades, pero unirse con base a esas necesidades y demandas prácticas. En LRNA nos comprometemos a luchar por esta unidad práctica.
Cada vez más, la necesidad de una unidad adquiere un alcance internacional, ya que nos estamos enfrentando a la pobreza, la migración forzada, el cambio climático y el peligro de guerra.
Como organización de revolucionarios, vamos hombro a hombro con otros revolucionarios, en la lucha por las necesidades reales de nuestra clase y en los esfuerzos por evaluar y determinar cómo centrarnos con mayor precisión en el cumplimiento del objetivo real de esta lucha.
Con palabras o con hechos, una gran cantidad de personas activas y socialmente conscientes se declaran a sí mismas como revolucionarias. Nuestro objetivo es crecer, no por intereses sectarios como organización, sino como un lugar donde los revolucionarios de todas las clases sociales, experiencias y frentes de lucha puedan maximizar las energías individuales y colectivas para equipar políticamente a la clase más revolucionaria para su papel histórico.
La transformación revolucionaria es posible cuando las personas enojadas, desplazadas y aterrorizadas dejan de verse a sí mismas simplemente como víctimas de sus gobernantes. Cuando actuamos con una visión y con claridad política para lograr los objetivos de nuestra lucha, nos transformamos en agentes activos de la historia que podemos proteger el futuro en peligro de la humanidad y del planeta. La LRNA compromete sus energías a hacer realidad esa posibilidad.